En ocasiones sentimos que no tenemos el control sobre nuestras emociones y sobre nuestra propia vida. Nos sentimos desbordados, agotados y frustrados. Con la sensación de que vamos en modo automático. Dejándonos llevar por el día a día sin motivación, sin ilusión, sin ganas. Es en estos momentos donde podemos preguntarnos…
¿Qué me pasa? ¿Por qué me siento así?
Y es que son muchas las causas que pueden sumirnos en un estado de apatía, desmotivación, tristeza y ansiedad. Algunas son muy evidentes y no tenemos dudas: si hemos sufrido una pérdida, sea personal o laboral, aceptamos que es normal atravesar un proceso de duelo, más o menos largo, en función de la gravedad que ese evento tenga para nosotros y la capacidad que tengamos de afrontarlo. Esto solemos tenerlo claro.
Pero no me refiero a eso; sino a esa presión en el pecho, a esa ansiedad que nos atenaza el estómago y a esa especie de niebla en la mente que no sabemos muy bien a qué obedece, de dónde procede, qué lo provoca. Que no se va. Que nos hace sentirnos mal y dar vuelta sobre vuelta en nuestra mente intentando encontrar una explicación. No entendemos nuestros pensamientos, no entendemos nuestras emociones, no entendemos nuestras reacciones ni nuestras sensaciones.
Y piensas: ¿nunca voy a ser feliz?
Descontrol
Pocas cosas hay más nocivas en la vida que la pérdida de control.
Vivimos un contexto que deja poco espacio para la reflexión. El estrés crónico, las demandas laborales, los problemas financieros, las relaciones conflictivas o las obligaciones familiares nos invaden, nos abruman. El cúmulo de responsabilidades y presiones externas agotan nuestros recursos emocionales y dificultan la capacidad de manejar nuestras emociones de manera saludable para tomar decisiones adecuadas.
La hiperestimuación a la que vivimos sometidos nos aleja de la realidad, de las verdaderas prioridades, de la paz mental y del juicio crítico. Vivimos altamente estimulados y manipulados. La comparación constante con los demás y la presión por cumplir con las expectativas de la sociedad, la cultura o la familia generan la percepción de no estar a la altura o de no tener el control de nuestras propias decisiones. La creencia de que debemos seguir ciertos estándares para «ser» o para «pertenecer» conducen a la pérdida de autenticidad y a la disminución de la satisfacción personal.
Desconexión
Falta de consciencia y autorreflexión. No nos tomamos tiempo para explorar nuestros propios pensamientos, sentimientos y necesidades. No nos conocemos. No nos conectamos con nosotros mismos. Esa falta de consciencia provoca que nuestras reacciones sean automáticas e impulsivas en lugar de estar basadas en una comprensión consciente de quiénes somos y lo que queremos. Esa falta de consciencia provoca que nuestras elecciones y decisiones no obedezcan a satisfacer nuestros propios deseos y necesidades, desde el profundo conocimiento de nuestro yo interior.
Autoestima
Sin un buen autoconocimiento, es difícil que podamos tener una buena autoestima: la piedra angular, la dignidad de nuestra existencia. Mucho se habla de autoestima, pero qué difícil es entender bien este concepto en toda su complejidad y sobre todo, qué difícil es trabajar de verdad en ella. Conocernos bien y amarnos incondicionalmente es nuestra responsabilidad, exclusivamente nuestra, y nos ayuda a llegar a la maravillosa conclusión de que somos merecedores de una vida plena y satisfactoria. Y nos da la fuerza que necesitamos para tomar las decisiones que nos lleven a conseguirla.
Deshacernos de creencias limitantes acerca de nosotros mismos y del mundo que nos rodea para evitar pensamientos autocríticos destructivos. Para perder el miedo al fracaso, a las equivocaciones, al rechazo, a tomar decisiones que nos permitan recuperar el control y conseguir nuestros objetivos vitales.
Trauma
Las heridas emocionales profundas. Las de nuestro pasado pero que siguen siendo nuestro presente ¿Alguna vez te has preguntado por qué no recuerdas nada de tu infancia? O quizás tus recuerdos se reducen a ciertos eventos desagradables y dolorosos que crees que se quedaron ahí, en el pasado, sin ninguna repercusión en tu presente. El trauma no resuelto es una herida cerrada con una simple tirita y basta cualquier movimiento brusco en tu vida emocional para que vuelva a sangrar. Conocer tu tipo de apego y crianza te puede poner sobre la pista de lo que descontrola tu vida ahora.
Y puede llevarte a descubrir también que tu entorno social o tus relaciones interpersonales no han sido o no son todo lo sanos que deberían. Cuando estamos rodeados de personas tóxicas, que drenan nuestra energía, minan nuestra confianza, que nos hacen sentir inseguros y poco válidos es difícil mantener el control sobre nuestras emociones y nuestra vida.
Y todo esto y mucho más, es lo que te ofrezco. El espacio seguro donde, si quieres, podrás encontrar respuestas a muchas de las preguntas que te haces o, quizás encuentres respuestas a preguntas que no sabías que tenías que hacerte.
Porque a veces tenemos que atrevernos a contarnos la verdad para poder avanzar.
Te abrazo.
Ana Coach Zero.
Bombardeo de amor…del bueno.